Bueno, espero que por la forma se pueda adivinar que se trata de una mesa.
En sus inicios no era más que un trozo de madera con el que estuve probando mi nuevo juguete: una sierra de marquetería; con la que, a lo tonto, empecé a hacer un mosaico más o menos simétrico (me temo que se iba por el menos a juzgar por lo que variaban las piezas más externas).
En rigor no es marquetería, ya que se trata de trozos de madera de unos 5 milímetros de grosor que fueron encolados por partes para luego ser igualados a golpe de cepillo y rasqueta.
En rigor no es marquetería, ya que se trata de trozos de madera de unos 5 milímetros de grosor que fueron encolados por partes para luego ser igualados a golpe de cepillo y rasqueta.
Esta tabla pasó a dormir el sueño de los justos hasta que en una especie de epifanía alcohólica llegué a la conclusión que de esta a una mesa solo distaban cuatro patas. Después descubrí que le hacía falta un estante por cosa de que tuviera un mínimo de estabilidad.
Me quedó con una forma bastante modernista y, en rigor, debería decir que se trata de una escultura, pues se supone que la función de una mesa es poner cosas encima, cosa que si se hace se le quita el poco mérito que pueda tener al tapar el mosaico de la tapa. Con lo cual aquí está: una mesa de adorno, el infierno del utilitarismo...
Datos técnicos:
Aquí hay de todo: roble, teka, castaño, elondo, cerezo e incluso un poquito de wenge que ratee del taller.
Las patas son de roble y como barniz utilicé aceite danés
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